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Foto del escritorJuan Martín Salamanca

Una invitación escénica a sentir en carne propia la toxicidad de las redes

En plena desbandada del Twitter de Elon Musk, Cacophony plasma sin artificios el ruido insoportable y el daño que genera el odio que campa en 280 caracteres


El equipo de 'Cacophony' posa junto al cartel de la obra a la puerta de la sala Juan de la Cruz de La Abadía, donde se representa la obra del 15 al 24 de noviembre.
El equipo de 'Cacophony'. CULTURA Y TAL

Desde su primera función en Londres ya tiene un recorrido, aunque la actualidad haría pensar que se escribió este fin de semana para estrenarla de prisa y corriendo este viernes en Madrid. Y es que la llegada en castellano de Cacophony no puede ser más oportuna. Oportuna, que no oportunista, precisa Juan Mayorga, el director artístico del Teatro de La Abadía que la acogerá del 15 al 24 de noviembre en Madrid. Oportuna porque en la misma semana que se presenta para los espectadores de la capital, nos encontramos con que desde Londres y desde Barcelona —precisamente las dos ciudades por las que ha pasado antes de subirse al escenario en Chamberí— dos referentes de la prensa escrita acaban de anunciar su marcha de X, que para la mayoría sigue siendo Twitter, como son The Guardian y La Vanguardia.


Y es que si el cortijo de Elon Musk protagoniza los titulares en plena desbandada de una parte de los usuarios, acelerada tras la victoria de su patrocinado Donald Trump, cabe recordar que además de una herramienta de propaganda y desinformación, las redes sociales hace mucho tiempo que eran un vertedero de odio y violencia verbal con capacidad para entronizar referentes con la misma rapidez que eran capaces de destruirlos, antes incluso de que el multimillonario se comprara la red del pajarito y le cambiara hasta el nombre.


De eso trata Cacophony, la obra de la británica Molly Taylor que Anna Serrano Gatell y Oriol Puig Grau adaptaron —llevando la historia del Reino Unido a España— en una producción en catalán de la Sala Beckett (con la colaboración del British Council) que, ahora con la traducción de Eva Mir, se representará por primera vez en castellano este viernes, 15 de noviembre, en la Sala Juan de la Cruz de La Abadía. 


Con dirección de la propia Serrano Gatell y un elenco de siete jóvenes intérpretes que se echan al hombro hasta 30 personajes —en la original londinense eran 18 los actores—, se trata de un montaje donde la crudeza de la voz, apoyada por el lenguaje lumínico y musical de los que son responsables respectivamente Marc Salicrú y Arnau Vallvé, permiten optar por una escenografía sencilla (de la que se encarga Judit Colomer), como ha destacado su directora durante la presentación a la prensa.


Teatro y toxicidad en redes. La obra de Taylor se inspira en el libro de Jon Ronson Humillación en las redes (So You’ve Been Publicly Shamed), publicado en en España por Ediciones B, donde el autor analizaba el resurgir de los linchamientos públicos en la era digital a través de estas herramientas, deteniéndose para ello en los testimonios de víctimas reales de estas lapidaciones virtuales (lo que no significa, ni mucho menos, que el dolor sea virtual). Estrenada en el Almeida Theatre de la capital británica, Cacophony regresará en enero a la Beckett, tras su paso por Madrid. En ella se plantea la historia de Abi, a quien en esta versión de Serrano y Puig da vida Clara de Ramón. Durante una manifestación de repulsa a la absolución de futbolista acusado de violación, la amiga de Abi, Bruna (Clara Sans) es víctima de un incidente contra el que la protagonista se rebelará a través de una publicación en sus redes sociales, generando su propio hashtag, que no será ni #metoo ni #seacabó, sino #porsunombre. Esto la convertirá, casi de inmediato, en un referente del movimiento feminista, aunque al descubrirse algo de su historia que no encaja con la verdad, pasará a recibir el oprobio de quienes la habían encumbrado, dando inicio a una espiral de odio y violencia a través de este foro digital.



Por otra parte, la dificultad de Bruna para recordar lo ocurrido y su petición de ayuda a amigos y conocidos generará una catarata de versiones que complicarán la labor de reconstruir lo ocurrido, ahondando en esa idea de ruido o cacofonía sobre la que pivota la propuesta. Junto a De Ramón y Sans, completan el reparto Laia ManzanaresMartí AtanceMariona PagèsChelís Quinzá y Mima Riera.


Una escenografía “muy de Tik Tok”, ha señalado De Ramón, que refleja cómo las redes no sólo marcan el contenido del discurso contemporáneo, sino también “las formas de estructurarlo” incluso en la dramaturgia, ha reflexionado por su parte Juan Mayorga, quien ha defendido la importancia del teatro para “reclamar silencio” en un contexto de “tentación de ocupar ese silencio con un comentario inmediato”.


No sólo abogar por esa pausa meditativa es el papel de la obra, sino también ayudar a “poner cara” a las víctimas de los linchamientos y cancelaciones en la red, en este caso a través de ver el sufrimiento de Abi una vez se desate la cacería social, ha enfatizado la actriz que la encarna, que reconoce que en su representación en Barcelona “mucha gente salía tocada”. En este sentido, Clara Sans explica que los propios intérpretes se sintieron “muy mal” al leer por primera vez el texto, cargado de mensajes crueles como un Ojalá te suicides que recibe Abi. 

La actriz Clara de Ramón, protagonista de 'Cacophony', en una escena de la obra.
Clara de Ramón protagoniza 'Cacophony'. LA ABADÍA

“Hay un momento en que la violencia se hace insostenible”, aprecia Sans, quien en la vida real aplica el principio de “no tomar tan en serio ni lo bueno ni lo malo” que recibe de las redes, mientras otro de los actores, Chelís Quinzá, opina que tras enfrentarse a esta obra es “más consciente” del peligro que representan las redes, aunque confiesa que sigue siendo “adicto” a ellas. Al hilo de esto, la directora de la pieza constata la “desprotección” que ella misma siente en estos espacios —mantiene un perfil en Instagram pero hace tiempo que abandonó X—, y aunque concede que en algunos momentos “encoge el corazón” ver “el infierno” que padece la protagonista y que ejemplifica el tema Quema, quema compuesto por Vallvé para la pieza, defiende de que en medio de tanta “oscuridad” como tiene la obra, se encuentra también “mucha luminosidad” a través de la amistad entre Abi y Bruna, hasta el punto de convertirse, defiende, en una “oda a la amistad”.


De “oda” la califica también Quinzá, aunque en su caso “al teatro”, a cuya “pureza” siente que “se vuelve” con el planteamiento escénico, el texto y la multiplicación de roles que asume su elenco. A su horario habitual vespertino se suman dos sesiones matinales para acercar a colegios e institutos una propuesta de cien minutos de duración que interpela especialmente a los más jóvenes, público por excelencia de la mayoría de estas redes, ha explicado Mayorga, quien ha destacado también la fluida colaboración que existe entre este teatro madrileño y su sala “hermana” de Barcelona, la Beckett, a través de la cual ha acogido en el pasado montajes como Asesinato de un fotógrafo, de Pablo Rosal, o El lector por horas, de José Sanchis Sinisterra.


Una obra, Cacophony, que podrá verse en castellano en La Abadía tras representarse originalmente en otra lengua del Estado, como ya ocurriera recientemente con El dilema del corcho, de Patxo Telleria —en este caso en euskera—, o la pasada temporada con El cuerpo más bonito que se habrá encontrado nunca en este lugar, de Josep María Miró, algo que “alegra mucho” al director artístico de este teatro, aunque admite, a preguntas de Cultura y tal, su deseo de que en un futuro “las gentes de Madrid aprecien obras en catalán, en euskera o en gallego” con sobretítulos, como ocurre con otras que llegan del extranjero en versión original. Algo que tendría, a su juicio, un “valor moral y político”, por lo que ha asegurado que van a trabajar para hacerlo posible, ya que así lo quieren “a pesar del esfuerzo de comunicación” que requerirá.

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