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Foto del escritorJuan Martín Salamanca

Madrid se ve más guapa en los fotogramas de Almodóvar

Hasta el 20 de octubre, el centro Condeduque acoge una exposición sobre la presencia de la capital en el cine del manchego en paralelo a un ciclo de proyecciones de 14 de sus títulos


Pedro Almodóvar en la confluencia de Alcalá y Gran Vía, una de las imágenes que forman la exposición.

En esta época de turismo masificado y autobuses descapotables para pasear a forasteros, quién pudiera darse un paseo por Madrid en el Mambo Taxi, disparatado servicio de transporte con el que difícilmente podrían competir ubers y cabifys del mundo. En esa tienda de gasolinera rodante con decoración de club de alterne, recorrer las calles de la capital (sin necesidad de seguir a ningún coche concreto), sólo disfrutando de las excentricidades de nuestro chófer. Habría de ser un Mambo Taxi moderno, un modelo híbrido con la etiqueta pertinente para poder circular por el centro, o quizá ya no, a tenor de la voluntad de los jueces. El peregrinaje incluiría un tour motorizado por la Gran Vía -a la que hoy no le caben más coches, pero tampoco más viandantes-, subiendo por la calle Alcalá, en la que Victoria Abril y Peter Coyote nos saludaron desde la terraza del Bellas Artes. Por el ventanal de su exclusivo apartamento en el Palacio de la Prensa nos daría de mano también Juan Echanove, que únicamente con su sueldo de jefazo de El País podría permitirse vivir ahí siendo periodista. Tal vez esté en ese momento con él Marisa Paredes fingiendo que no es Amanda Gris (hay demasiada luz y gente en la Plaza Mayor para que estén allí y además el taxi no puede entrar), o a lo mejor la veremos más adelante, pagando a algún yonki para que la ayude a quitarse los botines, sentada en la fuente de la Puerta de Moros mientras la empapa la tormenta y nosotros venimos de admirar San Francisco el Grande.


Antes de eso pasamos por el Palacio de Oriente y la Almudena, pero al cruzar el Viaducto nos quedamos helados al ver cómo Nacho Martínez intentaba que Assumpta Serna no se tirara al vacío, con Paz Vega esperanto también su turno para este impulso pasajero. Tras recorrer La Latina y El Rastro, Guillermo Montesinos nos lleva por la ronda de Toledo y la de Valencia para desembocar en Atocha, donde no veremos a Cecilia Roth tomar un AVE a Barcelona antes de que se abra esa línea. No nos llevará el Mambo Taxi tan lejos como para aperecer en Parla, pero sí para ver de pasada los edificios colmena junto a la M-30 donde al parecer vivió otro taxista con peor (y puede que merecida) suerte. Hemos dado mucha vuelta y es hora de regresar al centro, Paseo de la Castellana abajo, dejando a un lado de Plaza de Castilla aquella vieja Ventilla por la que ahora transita una amplia Avenida de Asturias. Viendo la Torre Picasso desde la distancia me pregunto dónde estará el misterioso apartamento en el Verónica Forqué sufrió la infamia de ser violada mientras quien debía protegerla se limitaba a hacer de voyeur desde otra azotea.


Montesinos me dice que se va acercando el final del viaje, que el taxímetro empieza a acumular demasiado lastre (todavía en pesetas pese al coche híbrido y la etiqueta medioambiental, qué barbaridad). Recorrer en coche, aunque sea el Mambo Taxi las estrechas calles de esta zona no es fácil, menos con la cantidad de turistas que la gentrificación ha traído. Ahora Antonio Banderas tendría que comprar la droga para Victoria Abril (Ahora es Marina Osorio, no Kika) con más discreción que entonces (pero la podría comprar igualmente). ¿Seguimos en Chueca? Le pregunto a mi taxista mientras le agarro un paquete de chicles que añadirá a la factura. Qué va, esto ya es Malasaña. Siempre me cuesta visualizar la frontera entre estos barrios. Claro que es Malasaña, todavía huele a Movida. Fíjese, me advierte, ahí está Casa Costus, no sabe quién vive ahí, una mujer de armas tomar esa Bom. Si no estamos lejos de la plaza de las Comendadoras, podriamos parar un momento a tomar un café rápido en el Moderno, le digo al taxista, yo invito. Imposible, me espeta, no pasamos por ahí, me está llevando por una calle paralela. Con ésas, damos en un amplio bulevar, y como quien no quiere la cosa me doy de bruces desde mi ventanilla con la Casa de México a la vez que en la radio del Mambo Taxi suena Becky del Páramo, artista tan apreciada en el país norteamericano y con cierto parecido a Amanda Gris. Estamos girando, de nuevo dejamos las amplias calles para optar por una estrecha, la del Condeduque, donde termina el viaje y el Mambo Taxi me expulsa de su confortable y sórdida tapicería de leopardo frente al enorme cuartel de la Guardia de Corps, que ya no esta cubierto de andamios ni tiene a la puerta un trabajador de la limpieza municipal regando con su manguera a Carmen Maura.


MADRID, CHICA ALMODÓVAR


Mujeres al borde de un ataque de nervios, Kika, La flor de mi secreto, Matador, Los amantes pasajeros, Todo sobre mi madre, Los abrazos rotos, Qué he hecho yo para merecer esto, Carne Trémula, ¡Átame!, Pepi, Luci, Bom y otras chicas del montón, Madres paralelas, Tacones Lejanos y La ley del deseo, algunos de los títulos por los que ha transitado este viaje, tienen precisamente en este cuartel reconvertido en templo para la cultura una cita con el mitómano hasta el 20 de octubre, cuando cerrará al público la exposición Madrid, chica Almodóvar, que condensa en la Sala 1 del Centro de Cultura Contemporánea Condeduque todo el lucimiento de la capital a través de los fotogramas de Pedro Almodóvar, recientemente reconocido con el León de Oro de la Mostra de Venecia. Organizada en torno a las diferentes películas, las ya citadas y el resto de su filmografía -Laberinto de pasiones, Entre tinieblas, Hable con ella, La mala educación, Volver, La piel que habito, Julieta y Dolor y Gloria (falta La habitación de al lado), se trata de un viaje por Madrid menos movido que el del Mambo Taxi (que por supuesto aparece en la exposición), una oportunidad para conocer sus rincones y también la historia reciente de la capital, viendo por el objetivo del director la evolución de la ciudad a la que él llegó para huir del pueblo y urbanizarse un poco antes de irse a vivir a París o Londres, un poco que ya supera el medio siglo. Decorados, skylines madrileños usados de fondo del set de rodaje, objetos, guiones, más de 200 fotografías y, por supuesto, el célebre sofá rojo de Mujeres al borde de un ataque de nervios.


Madrid, chica Almodóvar -la que no todavía no ha visitado el alcalde, según la amarga queja del cineasta en el Zinemaldia- se compone de los fondos cedidos principalmente por la productora El Deseo, los cuales ha selseccionado el comisario de la exposición, Pedro Sánchez Castrejón (no Pérez-Castejón), experto en la huella del manchego en la capital y quien recientemente presentó, no muy lejos de Condeduque, en la librería cinéfila Ocho y medio, el mapa elaborado como complemento a la muestra con las 272 localizaciones madrileñas que el cineasta ha incluido en sus filmes.


No es el único complemento de la exposición. Un día antes de que cierre sus puertas Madrid, chica Almodóvar, concretamente el 19 de octubre, se proyectará en el Salón de Actos de Condeduque Dolor y Gloria, la última de las 14 cintas del cineasta seleccionadas para el ciclo dedicado a su cine. Volver (jueves 3), ¿Qué he hecho yo para merecer esto? (sábado 5), Los abrazos rotos (martes 8) y Julieta (jueves 17) completan la programación pendiente de este ciclo que comenzó en septiembre.

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