Laura Weissmahr se vacía ante la cámara en el thriller psicológico 'Salve Maria'
La nueva cinta de Mar Coll, que lucha por la Espiga de Oro en Seminci, adapta la novela Las madres no, de Katixa Agirre
La noruega Sex ofrece una divertida comedia sobre relaciones de pareja, amistad, exploración sexual o los tabúes, mientras la francesa Diamante en bruto alerta de la obsesión por la fama en la generación z
Sería de justicia que subiera a los escenarios a recoger galardones por su actuación —empezando por el del Teatro Calderón de Valladolid—, pero quién sabe si le queden fuerzas después de haberse vaciado como lo hace ante la cámara. Laura Weissmahr se deja todo interpretando a Maria, una madre que suplica ayuda a un entorno que no la escucha mientras se atormenta por el rechazo que siente hacia su bebé recién nacido. Sobre ella se sostiene Salve Maria, la nueva película de Mar Coll (Goya a la mejor dirección novel en 2009 con Tres días con la familia), en la que ha adaptado la novela Las madres no (Tránsito, 2019) y que compite por la Espiga de Oro en la Seminci.
Escrita por Coll y Valentina Viso, esta obra a partir de la de Agirre, que llega avalada por su reconocimiento en Locarno, plantea un intenso thriller psicológico sobre una escritora cuya vida profesional queda aparcada tras dar a luz. Extenuada con el cuidado de su hijo, Maria se ve sola ante un conjunto de madres con las que no comparte la felicidad de la maternidad y un compañero (Oriol Pla) que, pese a sus buenas palabras e intenciones, no ve nunca el momento de aparcar su trabajo y agotar el periodo de baja que le queda para auxiliar a Weissmahr en la crianza.
Totalmente desbordada y frustrada por no poder retomar plenamente su trabajo literario, esta madre a la deriva se topa un día con la noticia de que otra progenitora ha ahogado a sus dos hijos en la bañera, una noticia terrible que desata en su exhausta mente toda serie de pensamientos, obsesionándose con el caso y comenzando una investigación que le inspirará una nueva novela.
Porque aunque a los suyos se les olvide —como cuando llama a su madre para contarle que ha ganado un premio con su anterior libro y ésta le responde preguntando por el estado del bebé—, Maria (personaje que comparte apellido con la novelista alavesa) es escritora, no sólo madre.
Sin demasiados diálogos, pero con una expresividad corporal y, principalmente, facial, que refleja el derroche físico y emocional que la actriz realizó para encarnar su personaje, Laura Weissmahr nos muestra todo el cansancio que acumula, el hartazgo ante lo que está viviendo y la culpabilidad que ello le genera. A esto se suman sus ojos, sin fuerzas y rodeados de ojeras, que suplican ayuda a un Oriol Pla que hasta cuando la abraza en el hospital para pedirle que no se hunda, recalca que debe aguantar porque Eric la necesita.
La música de Zeltia Montes (responsable también de la banda sonora de Que nadie duerma y de El buen patrón, entre otras) se suma a la actuación de Weissmahr para terminar de componer este lienzo de angustia que mantiene en vilo al espectador durante casi dos horas, a caballo entre Barcelona y el Pirineo ilerdense. Sobre esto, la directora de la cinta reconoce que habitualmente desconfía de las películas “con demasiada música”, pero en este caso sintió la necesidad de su presencia desde que comenzó a imaginar el filme, en el que no falta una perturbadora escena con un cuervo al principio para evocar a Hitchcock.
Una escena que no aparece en el libro y que surgió de un “pánico visceral” que atormentó a la otra guionista, Valentina Viso, en sus primeros meses como madre, como ella misma ha reconocido durante la rueda de prensa de presentación de la cinta en esta 69 Semana Internacional de Cine de Valladolid. Ideada inicialmente con un colibrí, se optó finalmente por el grajo por su mayor disponibilidad para el rodaje, pero también por esa conexión que permitía con el género de suspense.
Aunque en un principio Coll y Viso enfocaron la adaptación de la novela de Agirre (rodada prácticamente en su totalidad en catalán) desde otro enfoque, decidieron darle un giro hacia el género de suspense, proceso que comenzó cuando la directora había dado a luz hacía menos de un año, lo que contribuyó a que Las madres no conectara aún más con ella.
Adaptación libre de la novela, las guionistas defienden que la película —que llegará a los cines el 31 de octubre— es “heredera” de la anterior. Así, en el filme se respetan las citas del libro sobre el papel de la mujer madre de referentes como Sylvia Plath o Simone de Beauvoir, que a su vez permiten dividir la trama en “pequeñas islas” que ayudan a tomar oxígeno entre tanta tensión narrativa y, además, demostrar que una madre como la protagonista “no es la primera ni será la última en la historia”.
Por su parte, Laura Weissmahr ha reconocido en la rueda de prensa el esfuerzo que le ha supuesto interpretar este papel. “Me dejé la piel”, ha señalado a preguntas de los periodistas tras reconocer el sentimiento “un poco de impostora” que tenía al principio, cuando todo representaba “un mundo nuevo” para una mujer que, como ella, no es madre. “Ensayamos casi tres meses con Mar, antes incluso de que hubieran nacido los bebés que aparecen en la película. Pero luego me di cuenta de que frente a toda esa construcción racional del personaje que había hecho, lo que luego me sirvió era el trabajo mucho más intuitivo con el bebé”, ha añadido, explicando que a todo el reto interpretativo por la “profundidad” de Maria se sumó la dificultad de actuar “con un bebé neonato”, ante el que sentía “muchísimo miedo de hacerle daño”, de tal suerte que acabó por hacer como actriz “el mismo viaje” que el personaje. “Yo misma acabé padeciendo insomnio”, ha confesado.
La producción de esta cinta (Escándalo y Elástica) corre a cargo, junto a Sergi Casamitjana, de María Zamora, referente actual en las producciones españolas, especialmente las firmadas por mujeres, con títulos de éxito reciente como Alcarràs, de Carla Simón (Oso de Oro en la Berlinale) y O corno, de Jaione Camborda (Concha de Oro en San Sebastián).
Zamora ha asegurado que le dio “un sí directo” a Coll cuando le llegó la oportunidad de producir su cinta, ya que al margen de ser “fan de Mar desde el principio”, entendía que el guion abordaba “un tema tabú del que se habla muy poco”, como es el de las madres que rechazan a sus bebés, a pesar de que a lo largo de la historia —como reflejan las citas literarias incluidas en novela y película— “se ha ido expresando desde distintas formas”.
“El reto de la maternidad para cualquier mujer es un reto increíble y yo creo que el cine está ahí para inspirarnos y hacernos entender mejor la vida. Entre la madre arrepentida y la no arrepentida hay un montón de grises, mucha gente se puede sentir interpelada”, ha concluido la productora.
NUEVAS MASCULINIDADES, HOMOCURIOSIDAD Y RELACIONES DE PAREJA EN 'SEX'
También se ha podido ver dentro de la Sección Oficial de Seminci la película Sex, escrita y dirigida por el noruego Dag Johan Haugerud. En esta comedia sobre las relaciones de pareja, la amistad, la exploración sexual o los tabúes, la filosofía de Hanna Arendt y el magnetismo de David Bowie contribuyen a la hilaridad general de la cinta, que no llega a las dos horas, mientras a través de conversaciones se plantean cuestiones sobre la homocuriosidad y su significado, el concepto de infidelidad, la interpretación de los sueños y las nuevas masculinidades o la tolerancia hacia las distintas formas de afrontar la vida.
En una primaveral Oslo cuya panorámica se ofrece recurrentemente a lo largo del metraje, dos deshollinadores, compañeros de trabajo y amigos, comparten sus inquietudes y se sinceran el uno con el otro. Mientras el primero, al que interpreta Thorbjørn Harr, tiene dudas sobre su masculinidad debido a unos sueños recurrentes en los que Bowie le mira como a una mujer (lo que a su vez le hace sentirse poderoso), el segundo (Jan Gunnar Røise) afronta una tormenta en su matrimonio después de haber tenido sexo con otro hombre.
Por mucho que éste pretenda restar importancia a su exploración sexual, pese a la cual en ningún momento duda de su heterosexualidad, su mujer (Siri Forberg) se siente traicionada y se ve incapaz de perdonarlo. Se abre en este punto el debate sobre si un encuentro casual entre dos hombres implica homosexualidad o no, o a partir de qué línea se puede hablar de cuernos.
Por el otro lado, en su compañero crecen las inseguridades sobre su masculinidad y sus sueños a pocos días de interpretar su primer solo en el coro de la iglesia al que pertenece, lo que le lleva a recurrir, además de a su sensata cónyuge (Birgitte Larsen) a una profesora de canto (Nasrin Khusrawi) que le recomienda adentrarse en las enseñanzas de Arendt. El tratamiento de Haugerud hace de la fe cristiana de este personaje, que en algunos momentos siente como un tabú en la sociedad laica europea de hoy en día, permite establecer un contrapunto entre la exploración física de uno y la religiosidad del otro, subrayando además la posibilidad de convivencia y amistad entre ambos, un canto a la tolerancia en una Europa diversa a la que demasiado a menudo se le ven las costuras de la convivencia.
Casi como si de un guion teatral se tratara, todas las escenas —salvo los planos de transición que muestran el apacible y desarrollado skyline de la capital noruega— se basan en extensos diálogos entre los protagonistas varones, éstos y sus esposas o el personaje al que da vida Harr y su hijo Klaus (Theo Dahl), un joven criado en otro contexto generacional que se desenvuelve con soltura con la máquina de coser mientras se plantea convertirse en youtuber. Conversaciones que generan la carcajada del espectador en más de una ocasión —especialmente cuando Harr y Dahl visitan a una desconcertante doctora interpretada por Anne Marie Ottersen—, intercaladas entre los momentos de mayor intensidad emocional, a pesar de lo cual el filme nunca pierde su tono ligero. Multipremiada en la sección Panorama de la Berlinale, Sex supone, además, el inicio de una trilogía cuya segunda entrega, Love, se estrenó recientemente en Venecia. A ambas les pondrá el broche Dreams.
DIAMANTE EN BRUTO, LA OBSESIÓN POR SER INFLUENCER
Otra de las películas que se han proyectado este jueves en la Sección Oficial de Seminci ha sido la francesa Diamante en Bruto, ópera prima de Agathe Riedinger que ya pasó por el Festival de Cannes y que aborda la obsesión de muchas jóvenes por la fama, la popularidad en las redes, una necesidad de ser influencer y participar en reality shows merced a su cuerpo como salida a una vida en riesgo de exclusión dentro de familias desestructuradas y sin recursos.
La lucha de Liane (Malou Khébizi) por alcanzar su sueño —aun a riesgo de que lograrlo sea meterse en la boca del lobo—, sirve de reflejo de los valores que imperan entre muchos zetas, con la necesidad de relevancia en las redes sociales, la adicción a la cirugía estética o el gusto por los discursos que combinan la grandilocuencia sobre la determinación del propio destino con una religiosidad de estilo urbano, habitual en muchas canciones de reguetón que expresan el sentir de una generación, sobre todo entre las clases populares.
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