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Foto del escritorJuan Martín Salamanca

Belleza a raudales para alertar de la maldición de la hermosura

En Parthenope, Paolo Sorrentino se recrea en la sensualidad de Celeste Dalla Porta para convertirla en metáfora de Nápoles, una pintura que viaja de la luz litoral de Sorolla al tenebrismo más grotesco y provocador


La cinta, que llegará a los cines en Navidad tras pasar por Cannes y San Sebastián, se ha presentado en el Festival de Cine Italiano de Madrid


La belleza de Capri, un paraíso que puede no serlo tanto para las almas perdidas.
Una de las sugestivas escenas de 'Parthenope' con Capri como escenario. BTEAM PICTURES

En el lugar más bonito del mundo no se puede ser feliz, sentencia en Parthenope, la nueva película de Paolo Sorrentino (Nápoles, 1970), un melancólico Raimondo (Daniele Rienzo) ante la incomprensión de su padrino, un acaudalado naviero al que todos se refieren como el comandante y al que interpreta Alfonso Santagata. Raimondo, cuya relación con su hermana roza lo enfermizo, tiene claro que tanta hermosura lo aplasta, lo asfixia, no lo deja vivir. Acaso lo que le ocurre a este joven es lo mismo que le pasa a su ciudad, atrapada por culpa de tanta belleza.


Porque si algo es Parthenope, más que una oda a la belleza, es un relato cargado de belleza para hablar de la maldición de la hermosura, una carta de amor a su Nápoles natal con la que Sorrentino también ajusta cuentas, echándole en cara, a través de personajes como el de Greta Cool (Luisa Ranieri), su anquilosamiento, sus vicios y el caos víctima de su guapura, como si de tanto servir de postal se hubiera convertido en una foto estática, congelada, en la que igual caben paisajes paradisiacos a la orilla del mar que bien podrían haber salido de los pinceles de Joaquín Sorolla, como escenas tenebristas llenas de personajes míseros o grotescos en los más bajos fondos de la ciudad.


Una película que parece una obra de arte sacada del Prado o los Uffizi para llevarnos una vez más de rozar el síndrome de Stendhal —como aquel turista japonés al inicio de La gran belleza (2013) con la que el cineasta conquistó el Oscar— al paroxismo ante la degradación física, moral y estética, aunque también ahí encuentre hermosura. Esta vez no es en Roma como en la cinta que logró la estatuilla, sino en Nápoles, en su Nápoles, a la que ya nos llevó con su anterior largometraje, Fue la mano de Dios (2021), y de la que parece que no quiere salir su cámara, aunque en esta ocasión no nos acompañe el gran Toni Servillo, quien precisamente acaba de interpretar en el Festival Temporada Alta de Gerona un monólogo diseñado ex profeso para él por Giuseppe Montesano.


No llegamos a sentir su ausencia (aunque nos encante verlo en las películas de Sorrentino). En esta ocasión, la cámara apenas tiene tiempo de posar su objetivo sobre cualquiera que no sea Celeste Dalla Porta, quien da vida a Parthenope, la hermana de Raimondo, una joven de indiscutible belleza que representa —partiendo de su propio nombre, el de la sirena griega que bautizaría al primer asentamiento sobre el que hoy descansa Nápoles— una metáfora de la capital de la Campania.

Dalla Porta acudió a la presentación de 'Parthenope' en el Festival. de Cine Italiano de Madrid
Celeste Dalla Porta durante la proyección de 'Parthenope' en Madrid. IGNACIO LÓPEZ/FCIMADRID

No ha encontrado Sorrentino mejor forma de mostrar su ciudad que a través de Dalla Porta, en cuya belleza y sensualidad se recrea durante las dos horas y cuarto que dura la cinta, contribuyendo con su cuerpo sugerente y su rostro de ninfa a humanizar el drama de Nápoles, alguien que tiene mucho más que belleza, pero que duda entre mostrarlo o no mientras debe lidiar con el caos que su atractivo genera por doquier.


Le pasa a la ciudad del Vesubio, atrapada por el lujo, la decadencia, la frivolidad de millonarios locales y turistas estadounidenses y la miseria de unas clases populares que resultan carne de camorra y a las que enamoraría Maradona (pero eso se lo dejamos a la anterior cinta de Sorrentino). También le pasa a Parthenope, brillante estudiante de Antropología a la que todos requiebran, admiran o piden que deje las clases y se haga actriz, mientras se pasea por Nápoles y Capri, de las cuales no quiere salir, atrapada como la urbe. Lo contrario que su atormentado (y también hermoso) hermano, quien sólo buscaba huir del lugar más bonito del mundo en el que no se puede ser feliz.


Al igual que en La gran belleza, Sorrentino nos ofrece una localización idílica, un ambiente decadente en medio del lujo y la dolce vita, esperpento y personajes grotescos, degradación, comedia y tragedia, todo con una puesta en escena digna de una ópera del Teatro San Carlo. Jep Gambardella cede el testigo a Parthenope, un gesto que podría ser de empoderamiento femenino de no ser la quizá excesiva sexaulización de su figura (que en cualquier caso se hace con mucha elegancia), corriendo el riesgo de caer en la cosificación de la mujer por mucho que se la muestre como la antropóloga brillante que acumula matrículas de honor en la universidad, situación que antes que Dalla Porta sufrieron también divas del cine italiano como Sofia Loren, Claudia Cardinale o, más recientemente, Monica Bellucci.


PROVOCACIÓN E IRREVERENCIA


No falta la provocación y la irreverencia en el metraje, con dardos directos a una Iglesia católica que, como el obispo que interpreta Peppe Lanzetta, antepone el pragmatismo y el placer a sus mandamientos y milagros, como el de licuefacción de la sangre de San Genaro, vaca sagrada de los napolitanos a que su paisano pone en evidencia.


Y al igual que en Fue la mano de Dios, nos paseamos por la cautivadora bahía napolitana, contemplando la silueta amenazante del volcán que otrora enterró Pompeya y Herculano, admirando el azul imposible del Mediterráneo, capeando el incontrolable carácter de sus gentes y celebrando un Scudetto de la Napoli, esta vez aún reciente en la memoria futbolística y ya sin Maradona, el otro gran santo de la urbe partenopea.


Con guion del propio Sorrentino y una fotografía de escándalo firmada por Daria D’Antonio, esta coproducción franco-italiana se apunta también otro tanto, el de la actuación, aunque con un papel pequeño que, sin embargo, no pasa desapercibido, de Gary Oldman para representar al escritor estadounidense John Cheever. Destacan también Silvio Orlando, magnífico en su papel de profesor universitario intocable en su cátedra pero tan frágil fuera de ella; Stefania Sandrelli, quien pone cara a Parthenope en la mediana edad; Isabela Ferrari, cuya cara oculta tras mil trampantojos para encarnar a la excéntrica profesora de interpretación Flora Malva, y Dario Aita, eterno enamorado de la protagonista y a quien recientemente hemos visto en La ley de Lidia Poët (Netflix), en un reparto que completan Silvia Degrandi, Lorenzo Gleijeses, Marlon Joubert y Biagio Izzo.


Tras su estreno en el pasado Festival de Cannes y después de pasar por el de San Sebastián, la cinta de Sorrentino —que llegará a los cines el 25 de diciembre— se ha proyectado en el 17º Festival de Cine Italiano de Madrid, que se celebra en la capital española hasta el 4 de diciembre y a cuya presentación acudió Celeste Dalla Porta acompañada del embajador de su país, Giuseppe Buccino Grimaldi.

La actriz Sonia Bergamasco, homenajeada en la apertura del 17 Festival de Cine Italiano de Madrid
Sonia Bergamasco recibe su premio en Madrid. FCIMADRID

Un festival que arrancó el pasado 27 de noviembre con una gala en la que se homenajeó a la actriz Sonia Bergamasco —reconocida por sus trabajos con directores como Bernardo Bertolucci, Giuseppe Piccioni y Franco Battiato, y muy popular por la serie El comisario Montalbano—.


Junto con Parthenope, entre las cintas que pasarán por Madrid estos días está la nueva película de Maura Delpero, Vermiglio, premiada en Venecia y que compitió recientemente en la Semana Internacional de Cine de Valladolid, así como el último trabajo de Ciro de Caro, Taxi mon amour. Además, el centenario del nacimiento de Marcello Mastroianni es otro de los puntos fuertes sobre los que pivota esta edición, con la proyección de algunas cintas recordadas del actor como Il bell’Antonio (Mauro Bolognini, 1960); Divorzio all’italiana (Pietro Germi, 1961) o La Notte (Michelangelo Antonioni), así como con la exposición fotográfica La mirada de Marcello, la cual puede admirarse en la sede del Istituto Italiano di Cultura di Madrid hasta el próximo 8 de febrero.

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